Doscientos años han pasado,
y seguimos sin saber de qué se trata:
si de la pampa que nos confunde
con su inmensidad,
o de la gran ciudad
que mezcló todo de golpe
y nos comió la identidad.
Buscamos, pero sin encontrar.
No nos ponemos de acuerdo
en cuatro o cinco cosas básicas,
como para sentirnos República.
Saltamos juntos,
muy de vez en cuando,
por alguna gesta deportiva,
pero luego vuelve a hundirnos
la recurrente confusión
que nos condena
a vivir errantes:
como si pampa y urbe
no terminaran de amasar el pan
que nos vuelva una nación
del todo querible,
hermanada en torno
a ciertos valores y objetivos.
Sí, son doscientos,
los años transcurridos
desde aquel amanecer
de Buenos Aires,
pero tremendos
los abismos
que produce
el desencuentro.
Quiera ese pedacito
de Dios, de sol de mayo y de bandera,
que todavía nos liga,
armar la cuerda firme y gruesa,
que ate definitivamente
la pampa que huele a ciudad
y la ciudad que huele a pampa,
para que se vuelva a escuchar
aquel mismo grito de Libertad
sobre las rotas cadenas.
(*) Todos los derechos reservados. © Copyright 2010 Jesús María Silveyra. info@jesusmariasilveyra.com.ar
y seguimos sin saber de qué se trata:
si de la pampa que nos confunde
con su inmensidad,
o de la gran ciudad
que mezcló todo de golpe
y nos comió la identidad.
Buscamos, pero sin encontrar.
No nos ponemos de acuerdo
en cuatro o cinco cosas básicas,
como para sentirnos República.
Saltamos juntos,
muy de vez en cuando,
por alguna gesta deportiva,
pero luego vuelve a hundirnos
la recurrente confusión
que nos condena
a vivir errantes:
como si pampa y urbe
no terminaran de amasar el pan
que nos vuelva una nación
del todo querible,
hermanada en torno
a ciertos valores y objetivos.
Sí, son doscientos,
los años transcurridos
desde aquel amanecer
de Buenos Aires,
pero tremendos
los abismos
que produce
el desencuentro.
Quiera ese pedacito
de Dios, de sol de mayo y de bandera,
que todavía nos liga,
armar la cuerda firme y gruesa,
que ate definitivamente
la pampa que huele a ciudad
y la ciudad que huele a pampa,
para que se vuelva a escuchar
aquel mismo grito de Libertad
sobre las rotas cadenas.
(*) Todos los derechos reservados. © Copyright 2010 Jesús María Silveyra. info@jesusmariasilveyra.com.ar
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