¡Ah!, esas alas rosas de flamenco,
clavadas en la quietud del agua
como estacas en la tarde
que cae sobre el rostro de un espejo.
Y el brillo de la luz rodando
por el negro giro acalorado de las moscas
envolviendo la pesadumbre del estío
susurrante entre los juncos.
¡Basta!, demos paso a otra fase del crepúsculo
y que se formen remolinos,
rompiendo la quietud
con murmullos nocturnos;
tiñendo de rosa la fuga
hasta que aparezca
esa luna enorme
que desde siempre esperas,
como a un plato que alguien ha lanzado
desde la difusa raya del horizonte
donde comienza el baile.
(*) Todos los derechos reservados. © Copyright 2011 Jesús María Silveyra. info@jesusmariasilveyra.com.ar
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