Acabo de publicar un nuevo libro, esta vez, sobre Julio Argentino Roca, haciendo hincapié más que nada en la llamada “Conquista del Desierto”. ¿Por qué razón? Porque todos sabemos cómo el kirchnerismo se la pasó denostando su figura de diversas formas durante más de 20 años. Acusándolo de genocida de los pueblos originarios, o de representante del contubernio político y de la oligarquía. Así, su imagen no sólo fue sacada de los billetes, sino que su nombre que llevaban cientos de calles y escuelas en todo el país fue suplantado, se quitaron monumentos y se incentivó el daño y la profanación continua de otros. Sin embargo, no han podido con su cometido y Roca permanece y permanecerá vivo en la historia de la patria como uno de sus mejores o, quizá, el mejor presidente que tuvo hasta el momento la Argentina.
Elegí como título el de “La
Conquista del Desierto”, no sólo porque es el mismo que utilizaron los tres
cronistas que lo acompañaron durante aquella gesta (me refiero al futuro
arzobispo de Buenos Aires, Mariano Antonio Espinosa, el periodista del diario
La Pampa, Remigio Lupo y el coronel Manuel José Olascoaga), sino porque una
conquista es algo muy diferente a una mera campaña militar, tal como lo define
el diccionario de la Real Academia Española. Y eso fue lo que hizo el general
Roca con el territorio hasta entonces denominado “desierto” y con sus
habitantes que, en el libro, me permito llamar con respeto “indios”, aunque sé
que ese nombre corresponde más a los originarios de la India, pero es la forma
en que se los trataba en aquella época y que hoy titularíamos como nativos.
Una conquista que era
necesaria desde todo punto de vista, no sólo para acabar con los malones que
asolaban los débiles límites hasta entonces establecidos en las provincias de
Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires; sino con las ambiciones
territoriales de nuestros vecinos en Chile. Y cuando hablamos de los malones,
no sólo tenemos que tener en cuenta el robo de ganado, sino el saqueo continuo
de pueblos y la toma de cautivas criollas que llevaban a sus tolderías. Era
claro que el progreso del país de esa forma no sería posible. Por eso, la
histórica necesidad de extender los límites hasta fronteras más seguras como
resultaba el río Negro, había sido un objetivo incumplido desde hacía tiempo
para todos los gobiernos, sea por la guerra del Paraguay, sea por las luchas
internas entre caudillos.
Se trata de una biografía
novelada donde cuento la historia real de dicha campaña, a partir de que el
general Roca se sube a un tren en la estación Constitución, el 16 de abril de 1879,
llegando hasta Azul, en la provincia de Buenos Aires, para luego iniciar la marcha
terrestre hasta la isla de Choele Choel y después hasta la confluencia de los
ríos Neuquén y Limay, culminando con su regreso en barco desde Carmen de
Patagones a Buenos Aires, el 8 de julio de 1879. Durante el trayecto en tren
desde Constitución hasta Azul, el general va recordando los acontecimientos de
su vida. Además, se analiza a lo largo de la novela el tema de los verdaderos pueblos
originarios de la Patagonia y de las ambiciones chilenas de aquel momento sobre
dicho territorio.
El libro no pretende otra cosa
que aportar un granito de arena más en el reconocimiento de la grandeza de la
figura de un fiel exponente de la generación del 80, como lo es la del general
Roca, tan denostada en estos últimos años por quienes en aras de la defensa de
los derechos de los llamados “pueblos originarios” distorsionan la realidad y desconocen
cómo han sido todas las conquistas territoriales a lo largo de la historia de
la humanidad y el valor y el costo de oportunidad elegida por el conquistador,
para evitar la toma del territorio por parte de Chile. Personalmente, pienso
que, si bien toda conquista tiene sus luces y sombras, al igual que con
respecto a la de América, en el caso de la Conquista del Desierto, fueron mucho
más profundas sus luces, e invito a los lectores, precisamente, a proceder a su
lectura, a la luz de los tiempos en que le tocó actuar y vivir al ilustre Alejo
Julio Argentino Roca.
Una
frase del general Roca, es la que ilumina el derrotero del libro: “La
fortuna, rara vez es ingrata con los que perseveran, con los que no desmayan,
con los que se gobiernan a sí mismos, con los que, en vez de declararse
vencidos desde los primeros golpes, saben hacer frente a las infinitas
adversidades de que está poblada la existencia”. Es por esa razón que,
quienes valoramos la figura de este presidente que no sólo extendió y consolidó
el dominio concreto del territorio argentino en el norte y el sur del país,
sino que terminó de consolidar el proceso de organización nacional luego de
décadas de luchas internas entre hermanos, sabemos que Roca no sólo sorteó con
perseverancia las dificultades de su tiempo, sino las del presente y las
eventuales del futuro.
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